Yo...
...vine al mundo en Logroño durante el verano de 1968 aunque estuve a punto de irme para el otro barrio pocos meses después. Estudié Filología Hispánica en Logroño -en lo que entonces era Colegio Universitario de La Rioja- y Pamplona (Universidad de Navarra). Llevo más de doce años dando clases de Lengua y Literatura. Procuro estar al día en lo que se publica sobre Literatura Juvenil y llevo años trabajando con gente joven. Últimamente me "ha dado" por publicar fotos que hago con el móvil en mi tiempo libre...)
Simón y los hembros
Simón es un muchacho normal, pero ya estaba harto de portarse bien y un día decide escaparse con sus amigos, para que así se viera el mérito que tiene ser bueno todos los días. Sin embargo, al cruzar un bosque, se cae por un agujero y todo se complica. Así se inicia una aventura en la que Simón descubre algo muy importante: necesita a los demás y los demás necesitan de él. Gracias a su viaje al País de los Hembros aprende una gran lección sobre sí mismo; a partir de entonces intentaría ser un verdadero "hombre" y no un "hembro", como a veces pasaba. Para eso debería intentar pensar en los demás y no siempre en sus cosas.
Simón es un muchacho normal, pero ya estaba harto de portarse bien y un día decide escaparse con sus amigos, para que así se viera el mérito que tiene ser bueno todos los días. Sin embargo, al cruzar un bosque, se cae por un agujero y todo se complica. Así se inicia una aventura en la que Simón descubre algo muy importante: necesita a los demás y los demás necesitan de él. Gracias a su viaje al País de los Hembros aprende una gran lección sobre sí mismo; a partir de entonces intentaría ser un verdadero "hombre" y no un "hembro", como a veces pasaba. Para eso debería intentar pensar en los demás y no siempre en sus cosas.
El "mal" profesor
La primera novelilla que escribí realmente fue El "mal" profesor, allá por 1992... En ella cuento -un poco disfrazadas- algunas de mis primeras experiencias como profesor....
"Cuando en clase se enteraron de que habían echado a don Rafael del colegio se produjo una pequeña rebelión. Decían que no era un buen profesor, pero todos a los que les había dado clase pensaban que había sido el mejor profesor de todos: animante, preocupado por sus problemas, divertido, ingenioso... Había que hacer algo, y para ello toda la clase de organizó para comenzar la "revolución" hasta que volviera don Rafael. Además, se pusieron un nombre, "los pelaos", pues así les llamaba él. Tenían que llamar la atención hasta que les hicieran caso... Y, claro, al final quienes se dieron cuenta fueron las madres, que veían que algo pasaba en el colegio, y se presentaron ante el despacho del director que, abochornado, tuvo que confesar que no lo había estado haciendo bien.
Un libro de aventuras escolares y muy divertido, que muestra en qué consiste ser un buen profesor: alguien cercano, que no se deja llevar por la rutina y que se preocupa de verdad por sus alumnos... El ejemplo y el cariño es lo que forma y es lo que llega al corazón.
La primera novelilla que escribí realmente fue El "mal" profesor, allá por 1992... En ella cuento -un poco disfrazadas- algunas de mis primeras experiencias como profesor....
"Cuando en clase se enteraron de que habían echado a don Rafael del colegio se produjo una pequeña rebelión. Decían que no era un buen profesor, pero todos a los que les había dado clase pensaban que había sido el mejor profesor de todos: animante, preocupado por sus problemas, divertido, ingenioso... Había que hacer algo, y para ello toda la clase de organizó para comenzar la "revolución" hasta que volviera don Rafael. Además, se pusieron un nombre, "los pelaos", pues así les llamaba él. Tenían que llamar la atención hasta que les hicieran caso... Y, claro, al final quienes se dieron cuenta fueron las madres, que veían que algo pasaba en el colegio, y se presentaron ante el despacho del director que, abochornado, tuvo que confesar que no lo había estado haciendo bien.
Un libro de aventuras escolares y muy divertido, que muestra en qué consiste ser un buen profesor: alguien cercano, que no se deja llevar por la rutina y que se preocupa de verdad por sus alumnos... El ejemplo y el cariño es lo que forma y es lo que llega al corazón.
presibicia
Al llegar a casa rebusqué afanosamente en el diario y vi que, efectivamente, mi vista me había jugado una mala pasada. Volví a leer la noticia en el periódico con ansiedad e ilusión, recordando con simpatía el pequeño suceso, producto de la confusión, que acababa de protagonizar hacía unas horas. El periódico ahora decía claramente que aquel hombre, el señor Bolívar, “curaba a las muñecas”. El hombre de la foto, a quien yo había tenido el gusto de conocer esa misma mañana, el señor Bolívar, derrochaba seriedad y oficio por todos sus poros. Y todo me volvió a parecer ilusionante en su profesión: devolver la vida a los muñecos rotos en los que tantos niños –y también personas mayores- habían puesto su ilusión y su infancia. Al fin había conseguido dar con alguien que trataba con cariño y dignidad a los muñecos y muñecas que entretenían y alegraban la vida de tanta gente.
Pero, después de tantos años, me cuesta reconocer que mi vista está cansada. Ahora estaba claro que por la mañana me había equivocado: allí, en el recorte de periódico, decía claramente que don Juan Bolívar regentaba un “Sanatorio de muñecos” y no un “Tanatorio de muñecos” como yo pretendía haber leído.
Así me explicaba yo la extrañeza del señor Bolívar cuando al entrar en la tienda le dije que quería un velatorio digno para la mejor muñeca de toda mi vida. (basado en un incidente real)
Pero, después de tantos años, me cuesta reconocer que mi vista está cansada. Ahora estaba claro que por la mañana me había equivocado: allí, en el recorte de periódico, decía claramente que don Juan Bolívar regentaba un “Sanatorio de muñecos” y no un “Tanatorio de muñecos” como yo pretendía haber leído.
Así me explicaba yo la extrañeza del señor Bolívar cuando al entrar en la tienda le dije que quería un velatorio digno para la mejor muñeca de toda mi vida. (basado en un incidente real)
el desastre
Visto desde arriba, desde las alturas, el islote marrón parecía respirar tranquilidad por los cuatro costados hasta que, de repente, empezó a caer nieve y pronto se encontró totalmente cubierto por una brillante capa blanca.
Toda la isla se encontraba rodeada por un espeso líquido de apariencia espumosa e inestable, hasta que cayó la dichosa nieve. Pero poco a poco aquel manto blanco se fue fundiendo. La isla se retorcía mientras se iba abriendo por la mitad en un espectáculo absolutamente aterrador. El peso de la nieve hacía que el islote se fuese hundiendo lentamente mientras el mar de
las espumas cercanas lo iba absorbiendo todo.
Antes de que los habitantes del islote se pudieran dar cuenta de lo que ocurría a su alrededor daría comienzo una macabra escena de sangre y perdición...
Fue entonces cuando decidí meter la cuchara en la taza para que el azúcar terminara de mezclarse bien con la montaña del descafeinado y la leche..
Toda la isla se encontraba rodeada por un espeso líquido de apariencia espumosa e inestable, hasta que cayó la dichosa nieve. Pero poco a poco aquel manto blanco se fue fundiendo. La isla se retorcía mientras se iba abriendo por la mitad en un espectáculo absolutamente aterrador. El peso de la nieve hacía que el islote se fuese hundiendo lentamente mientras el mar de
las espumas cercanas lo iba absorbiendo todo.
Antes de que los habitantes del islote se pudieran dar cuenta de lo que ocurría a su alrededor daría comienzo una macabra escena de sangre y perdición...
Fue entonces cuando decidí meter la cuchara en la taza para que el azúcar terminara de mezclarse bien con la montaña del descafeinado y la leche..
algunos artículos sobre lectura
Algunas veces me han pedido que escriba acerca de la importancia de la lectura. Aquí recojo algunas de las ideas que he escrito en varias ocasiones. Te los puedes bajar; están en formato *.pdf.
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por qué leer
Lo recuerdo perfectamente: a mí me enseñó a leer mi madre. Me ponía frente a ella y yo no paraba de mirarle el movimiento de los labios y luego me fijaba en el texto; después intentaba repetir su forma de pronunciar y ya está. Así aprendí.
Pero el gusto por la lectura se lo debo a don Jesús Sainz, un sacerdote jesuita que fue mi profesor de Literatura en Bachillerato. Hace unos meses me encontré de nuevo con él. Me emocionó verlo de nuevo aunque luego sentí cierta decepción porque, después de veinticinco años -de los que más de veinte continuó dando clase- no me reconoció. Pero lo entiendo, porque es mucho el tiempo transcurrido y muchos los alumnos que han pasado antes y después por sus clases. Él entonces medía un metro noventa; ahora parece algo encogido, tiene el pelo gris, usa gafas y anda un poco duro de oído... Algunos días entraba en clase con un par de maletas llenas de libros y nos íbamos levantando, por orden, para coger uno y ponernos a leer. Aquellos ratos en clase eran deliciosos: ¡podíamos leer!, ¡sí, leer!, ¡lo que quisiéramos! Me aficioné a leer teatro -Buero Vallejo, Casona, Jardiel Poncela- y novela española -Cela y Delibes, sobre todo-.
En el verano de mis quince años ya me atreví con literatura más universal: Dostoievski, Vasconcelos, García Márquez… y en la universidad me traté con los clásicos griegos y me aficioné al cuento literario.
Desde entonces he leído un poco de todo aunque en los últimos años me he decantado por la narrativa norteamericana: su forma de contar -con pocas excepciones- es directa, clara, amena, realista… Me encantan Capote, Roald Dahl, Harper Lee… y, más modernamente, Cormac McCarthy, Mark Haddon, Frank Cottrell… No sé qué tienen en común entre ellos, quizá nada, pero me parecen libros extraordinarios: El señor Pip (del neozelandés Lloyd Jones), El buen ladrón (de Hannah Tinti), La carretera (de McCarthy), La nieta del señor Lihn (de Philippe Claudel), El curioso incidente del perro a medianoche (de Haddon), Ácido sulfúrico (de Amelie Nothomb)…; la lista sería interminable.
Me gusta leer…
Me gusta leer a Gerald Durrell…
Me gusta releer los libros que leía en la infancia: Corazón (de D'Amicis), Hombrecitos (Alcott)…
Leer es probar hasta encontrar lo que te gusta. Dejarte aconsejar por otros lectores. Pararte a pensar cómo lo contarías tú…
Con quince años no conseguí pasar de las primeras páginas de "El señor de los anillos"; con veinticinco me duró diez días…
Así empezó todo.
Y otro día escribiré sobre quién me enseñó a escuchar.
Pero el gusto por la lectura se lo debo a don Jesús Sainz, un sacerdote jesuita que fue mi profesor de Literatura en Bachillerato. Hace unos meses me encontré de nuevo con él. Me emocionó verlo de nuevo aunque luego sentí cierta decepción porque, después de veinticinco años -de los que más de veinte continuó dando clase- no me reconoció. Pero lo entiendo, porque es mucho el tiempo transcurrido y muchos los alumnos que han pasado antes y después por sus clases. Él entonces medía un metro noventa; ahora parece algo encogido, tiene el pelo gris, usa gafas y anda un poco duro de oído... Algunos días entraba en clase con un par de maletas llenas de libros y nos íbamos levantando, por orden, para coger uno y ponernos a leer. Aquellos ratos en clase eran deliciosos: ¡podíamos leer!, ¡sí, leer!, ¡lo que quisiéramos! Me aficioné a leer teatro -Buero Vallejo, Casona, Jardiel Poncela- y novela española -Cela y Delibes, sobre todo-.
En el verano de mis quince años ya me atreví con literatura más universal: Dostoievski, Vasconcelos, García Márquez… y en la universidad me traté con los clásicos griegos y me aficioné al cuento literario.
Desde entonces he leído un poco de todo aunque en los últimos años me he decantado por la narrativa norteamericana: su forma de contar -con pocas excepciones- es directa, clara, amena, realista… Me encantan Capote, Roald Dahl, Harper Lee… y, más modernamente, Cormac McCarthy, Mark Haddon, Frank Cottrell… No sé qué tienen en común entre ellos, quizá nada, pero me parecen libros extraordinarios: El señor Pip (del neozelandés Lloyd Jones), El buen ladrón (de Hannah Tinti), La carretera (de McCarthy), La nieta del señor Lihn (de Philippe Claudel), El curioso incidente del perro a medianoche (de Haddon), Ácido sulfúrico (de Amelie Nothomb)…; la lista sería interminable.
Me gusta leer…
Me gusta leer a Gerald Durrell…
Me gusta releer los libros que leía en la infancia: Corazón (de D'Amicis), Hombrecitos (Alcott)…
Leer es probar hasta encontrar lo que te gusta. Dejarte aconsejar por otros lectores. Pararte a pensar cómo lo contarías tú…
Con quince años no conseguí pasar de las primeras páginas de "El señor de los anillos"; con veinticinco me duró diez días…
Así empezó todo.
Y otro día escribiré sobre quién me enseñó a escuchar.